domingo, 10 de mayo de 2009

*Nota al pie del post anterior.

Hola soy Sole, y escribo a título personal para explicar la tesitura en que me encontré cuando tuve que elegir con qué Soltero de Oro compartiría cuarto. Por una parte estaba Jonás, que por lo visto en cuanto se queda dormido empieza a habar y a soltar todo lo que ha estado pensando (y no ha dicho) durante el día. Era una perspectiva científicamente interesante, pero me inquietaba no poder pegar ojo en toda la noche. Por otro lado estaba Calafat, que suele salir a los conciertos vestido de militar ruso y que a veces recibe mensajes del más allá a través de los tapones que se pone para que no se le jodan los oídos en los ensayos. La tercera opción era el Patas, que es básicamente una persona normal (bueno, en fin), pero con el inquietante defecto (de fábrica) de que a menudo se me suele enganchar con todas sus patas mientras dice jarrr jarrrr jarrrrr, y eso, pues claro, da un poco de yuyu, para que negarlo.

Si consentí finalmente compartir dormitorio con el Patas, o el Racas (que dice que se llama Miguel, aunque no sabemos si creerle) fue, como diría Judit, por agotamiento. Y el caso es que en el transcurso de la fiesta privada de pijamas que se montó en la 221 a las 6 de la mañana (porque Calafat nos tenía amenazados para que no nos durmiéramos), lo único que saqué en claro fue que en realidad a quien se quería ligar el Patas era a Calafat, o viceversa, como ya se aprecia en algunos documentos de la semana pasada en el estudio (véase la explícita imagen de abajo).

Mientras que el uno relataba con todo lujo de detalles sus numerosas operaciones quirúrgicas (que no referiré en este post porque en realidad soy una persona muy considerada con la sensibilidad ajena), el otro hacía "mñamñamñamñamañam" alegando que se trataba de un ejercicio que aprendió en sus clases de canto. Ante tan inquietante rito de apareamiento yo lo único que pude hacer fue meterme en esa especie de cuna supletoria, taparme la cabeza con la almohada y pensar en cosas bonitas, como playas caribeñas o Nebot dándole de revés a un tercio de cerveza con la guitarra a modo de raqueta, para poder dormirme.




Eso fue todo, quede este post como declaración pública de lo que realmente ocurrió, y que me teletransporte la ducha del hotel Ibis si miento.

(Y para mañana: crónica de un triunfo anunciado: conciertazo mamutero a las 3 de la mañana).





No hay comentarios:

Publicar un comentario